lunes, 21 de febrero de 2011

Ética y Moral I: ¿dos dimensiones?


Todos tenemos (o deberíamos tener) claro lo que es bueno y lo que es malo a lo largo de nuestro existir. El propósito de esto sería lograr sobrevivir. En otras palabras, identificar lo bueno nos haría perseguir la virtud, mientras que caracterizar lo malo nos haría evitar aquello que nos degradase, nos pusiese en riesgo o nos trajese perjuicio. Es una cuestión primitiva, muy básica en tanto individuos.

Un poco por ahí viene la diferencia práctica entre los dos conceptos clave que guiarán este blog: la Moral y la Ética.

La diferencia entre ética y moral puede resultar un poco arbitraria, tal como lo deja en claro la raíz común de ambos términos, moral y ética. Pero no menos cierto es que establecer la sutil diferencia existente resulta un enfoque práctico a fin de caracterizar correctamente los aparentes dilemas en la sociedad actual, definida por algunos como modernidad tardía o posmodernidad.

Según el Prof. Gustavo Bueno, ética sería el conjunto de normas que tienen por objeto salvaguardar, fortalecer y preservar la vida de los individuos en tanto individuos, mientras que moral sería el conjunto de normas que tienen por objeto conservar la vida del grupo como tal grupo.


La moral se diferencia de la ética fundamentalmente en el objeto de su finalidad. Mientras que la moral dependerá de los demás—sociedad—, del lugar y del tiempo, la ética habitualmente se mantiene constante.

La ética comportaría no sólo al individuo sino también al sistema social dentro del cual el individuo se desempeña. Más precisamente, la ética colectiva—conjunto de preceptos que son compartidos— indicaría los estándares de conducta que se espera, por parte del grupo, de quien lo integre. De acuerdo a la relación social de que se trate, puede hablarse de una ética nacional, social, de determinada organización, profesional, etc., o incluso de una ética familiar.

Ejemplifiquemos. Carlos Vaz Ferreira, en su obra Moral para Intelectuales, establecía la diferencia en lo que denominaba inmoralidad intrínseca de la abogacía, haciendo referencia al conflicto que puede surgir entre la moral de un abogado que puede encontrar inmoral y reprensible una persona que asesina a otra, mientras que la ética profesional le demanda la viva del acusado aún sabiendo de la culpabilidad y del potencial riesgo de liberar al acusado. La ética del colegiado le indicará que deberá anteponerse a su propia moral en pos de un bien común, el de sustentar un sistema de justicia en el cual se asegure un juicio justo y la mejor defensa posible.

Otros ejemplos tienen que ver con el habitual código de secreto de las profesiones: secreto médico, secreto legal, secreto de pre-sumario, secreto de confesión, etc., donde en favor de un sistema superior de relaciones se acuerda tácitamente—si se adhiere al código deontológico del grupo—no revelar información surgida del acto profesional, aún cuando pueda comportar perjuicios para otros.

Siguiendo en la misma línea, alguno puede pensar que el consumo de drogas ilegales es moralmente malo, pero aún así creer que no es ético la discriminación en contra de un grupo de personas adictas, desacreditándola como poseedoras de los mismos derechos que el resto de las personas.

Continuará...

Dr. Stephen

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