Hace un par de semanas leí que había nacido en Francia el primer “bebe medicamento” en ese país. En España ya han nacido varios. El tema me interesa más allá que por el avance científico que lo ha hecho posible, ya que no dudo que el ser humano tenga la capacidad técnica para esto y para mucho más.
Leyendo sobre el tema me encontré con una entrada interesante en la radio francesa internacional y en ella de una forma clara se expresan dos posibles posturas racionales ante el hecho y, … lo que en estos momentos más me interesó… una revisión del termino o, como en muchas otras ocasiones: la certeza de que las palabras marcan, no son inocentes, y las hemos de cuidar.
Como dice Jean Leonetti, diputado y medico francés el termino “Bebe medicamento nos suena a instrumento”, a algo que vamos a utilizar, lo que a mi por lo menos me produce un sudor frío en la espalda. Y sin embargo, podemos llamarles “bebes de la doble esperanza, porque nacen y va a tener una vida propia, pero al mismo tiempo que nacen salvarán a sus hermanos”, lo que suena a algo bueno, a esperanza, que por cierto es el nombre que sus padres pusieron al recién nacido: Umut.
Y para ver sobre el tema.
- “La decisión de Anne” (“My sister’s keeper”). Donde vemos a uno de esos niños ya mayor y replanteándose su mundo. Deriva un poco en lo melodramático pero nos recuerda que las cosas son según quien las vive y las cuente, lo que a veces olvidamos, ver el mundo desde los otros lados.
- “La isla” (“The island”). Donde desde otro punto de vista, más estilo ciencia-ficción, presenta un hipotético uso de la creación de seres humanos (como diferencia al caso anterior aquí hablamos de clonación) con fines de recambio de piezas. Así de crudo.