A propósito de varios post, en este mismo blog y en otros, me surgen algunas interrogantes acerca de cómo se deberían tomar las decisiones de alocación de recursos a nivel de la política sanitaria, tema que claramente se relaciona con la ética en la gestión del sistema.
Parece claro que toda tecnología que no demuestre sustancial beneficio—en otras palabras, mayor efectividad—que la dominante en ese momento, no debería ser incluida en los catálogos de prestaciones obligatorias de los sistemas de salud. Sin embargo, algunas dudas surgen al respecto, y las mismas tienen que ver con la concepción político filosófica en la que el sistema de salud de que se trate, se erija. In Addendum, el tema no se puede descontextualizar de la palabra de moda en todo análisis económico acerca del gasto y financiamiento de un sistema sanitarios: la sostenibilidad, tanto económica como fiscal. Veamos el siguiente diálogo (ficticio) entre Inodoro Pereyra y su perro, Mendieta, célebres personajes de la fábula argentina del Negro Fontanarrosa. Vaya un homenaje hacia él.
INODORO—"Mendieta, tengo un problema y necesito la respuesta. Cada día que pasa aparece una nueva solicitud de financiamiento de una tecnología para ser incorporada a nuestro maravilloso sistema sanitario universal. Pero ni la cosa ni el bolsillo de Don Estado dan ya para más. ¿Qué hago? No quiero ser INJUSTO."
MENDIETA—"Mire Inodoro, es un poco socrático, pero pa' poder resolver esta encrucijada tendrá que reponderme tres preguntas."
INODORO—"Venga ya, que a pesar de gaucho de Pampa, soy muy estudioso de los sistemas de salud, de la economía y hasta de los vericuetos de la gestión pública. Dele nomá."
MENDIETA—"¿Debe permitirse que un sistema sa
nitario adopte medidas a fin de que no se incorporen tecnologías sanitarias que no demuestren superioridad frente a las actuales en términos de efectividad?"
INODORO—"Mire, lo que me pregunta es muy sencillo.
La respuesta en un rotundo y contundente "NO". ¡Faltaba más!, tirar la plata."
MENDIETA—"Achique y no sea soberbio que apenas una de cada 5 decisiones tienen probada efetividá. Del resto de lo que se hace, ni idea. Pero bue'. Ta' bien. Va la segunda:
¿Tendría Don Estado que pagar por las tecnologías nuevas que aunque sean un poquito mejor cuestan mucho más? ¿Hasta cuánto de más caras se podría pagar?"
INODORO—"La respuesta, mi buen amigo, parece ser no también. Ningún sistema puede permitirse despilfarrar recursos en tecnologías menos costo-efectivas relegando otras con más valor por guita invertida. Se trata de maximizar el retorno de la inversión en términos de salud."
MENDIETA—"Já, y cómo lo va a medir a ese tal retorno."
INODORO—"Mire, ya lo estamos haciendo. Usamos los QALYs. Incluso medimos el valor que el retorno tiene para la gente."
MENDIETA—"Mire Inodoro, Ud. se cree que lo hace. Ya le respondo prontito en un próximo post."
Se va la tercera. ¿Debe un sistema sanitario siquiera permitir la incorporación de dicha tecnología cuando no pueda pagarla? ¿Debe la Autoridá dejar meter nuevas tecnologías aunque no las pague ella, por no ser lo suficientemente costo efectivas?"
INODORO—"No lo sé. Por un lado, no sería justo que unos accedieran a un medicamento nuevo porque pueden pagarlo de su bolsillo y otros no. Pero por otro, quién puede decidir sobre darle la posibilidad a quien dispone de su dinero en gastarlo en lo que entiende lo mejor, aún si es apenas un mes o dos más de vida. Puede Don Estado prohibir la habilitación de ese medicamento sacándole el derecho a los segundos?
¡Pucha, que pensé que esto sería más fácil!"
Los anteriores son tres grados de control sobre la adopción de nueva tecnología en salud, cada vez mayor y principal factor en el aumento del gasto sanitario y la amenza a la sostenibilidad de todo tipo. Tienen como trasfondo los conceptos de habilitación (o registro) de una nueva tecnología y de financiación de la misma, instancias bien diferentes que deben tenerse claras a la hora del análisis. Todos buscamos lo correcto—la justicia. En estos momentos todos tenemos algo de Inodoro Pereyra.
Dr. Stephen